El Pez y la Flecha. Revista de Investigaciones Literarias
Sección Cardumen
Vol. 3, núm. 6, mayo-agosto 2023
Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias, Universidad Veracruzana
ISSN: 2954-3843
Literantropología. El hecho literario, entre cultura y contracultura
Abel Rogelio Terrazasa
aUniversidad Veracruzana, México, aterrazas@uv.mx
José Antonio González Alcantud. (2021). Literantropología. El hecho literario, entre cultura y contracultura. 323 pp. ISBN: 9788417301958. Madrid: Abada Editores.
La necesidad de emplear herramientas antropológicas para explicar el hecho literario se funda en que, dentro de buena parte del campo donde se produjeron los fenómenos estudiados por el investigador granadino, había un método etnográfico capaz de realizar “obras maestras” y escrituras con características que exigen el desarrollo de nuevas perspectivas. Esta literatura, situada generalmente en los márgenes editoriales, ha tenido proyectos discursivos, políticas sociales y visiones culturales imbricadas en su configuración poética y retórica. Literantropología. El hecho literario, entre cultura y contracultura consta de ocho capítulos, entre cuyos planteamientos iniciales se encuentra la idea de “tensión” entre literatura y antropología. De modo que el carácter de los textos antropológicos –la cuestión es amplia–, creados no siempre por antropólogos, constituye un objeto de estudio desde la perspectiva del campo de la literatura. Esta tesis se sostiene y expande en cuatro capítulos, conformadores de un marco conceptual y discursivo: “Cultura y contracultura” (pp. 11-46), “Entrecruces discursivos: olvido y transculturación” (pp. 215-250), “Epistemologías del hecho literario” (pp. 251-283) y “La crisis experiencial literaria y antropológica” (pp. 285-323). Por la ubicación de los apartados, es posible advertir el marco epistémico, al comienzo y fin del volumen. De manera consecuente, los cuatro capítulos restantes se redirigen hacia autorías incómodas, bajo categorías como género y movimiento literario.
La premisa fundamental es que los estudios literarios presuponen una idea de cultura abierta o cerrada, esencialista o plural, pero sobre todo implícita, y que es necesario discutir. En los siguientes capítulos, González Alcantud hace gala de su concepto movedizo de cultura literaria al considerar oposiciones, contradicciones, amalgamas, transculturaciones, controversias y alternativas literarias, como si lo contracultural constituyera la brújula para navegar por las complejas elaboraciones poético literarias de autorías distantes y cercanas, con una lente enfocada en los horizontes políticos, comunitarios y, por antonomasia, discusivos.
La figura del outsider, por ejemplo, es empleada para comprender la relación entre el contexto del Paraíso barroco de Pedro Soto de Rojas y la configuración poético literaria de su jardín interior, así como observar las ciudades recreadas por Ganivet y Unamuno, en función de sus rasgos anárquicos, cronotópicos y nihilistas. Para los casos de Isabell Eberhard y François Bonjean, hay un hilo conductor en Literantropología. El hecho literario, entre cultura y contra- cultura: la mística neocatólica francesa se define como anticlerical y comunitaria; se caracteriza por una especie de ateísmo ambien- tal, antiprogresista y abiertamente en contra del aburguesamiento social, es decir, el concepto de contracultura vuelve a aparecer de manera implícita y González Alcantud es prolífico en el desfile de nombres representativos, verbigracia los hermanos Jean y Jérôme Tharaud, quienes son influidos por la mística antipolítica del filósofo Charles Pierre Péguy. Asimismo, la figura del flâneur y las posibilidades del secreto como motivo literario y objeto antropológico en las ciudades le permiten a González Alcantud volver la mirada a las narrativas derivadas de tópicos como la noche, el misterio fe- menino, la mujer desafiante, el gobierno ciudadano, etc., pues al fin y al cabo cada urbe cuenta sus intrahistorias a partir de parámetros singulares. Reparar a dónde llegan estas exploraciones literario-antropológicas supone la pre-realización del método ya anunciado en el título del libro, a lo que la investigación, presumiblemente interdisciplinar, debería llegar. Los capítulos dedicados a Leonardo Sciascia, Guy Debord y Pier Paolo Pasolini muetran que la radicalidad, el sentido del fracaso y los proyectos políticos, como los de la revista Souffle, demandan nuevas perspectivas de análisis y, por la experiencia del campo, de elaboración de neologismos, como el de la “notredad”: cuando el otro es el enemigo. Posteriormente, resulta significativo que González Alcantud señale e intente explicar por qué el olvido amenaza política y epistemológicamente a los escritores de memorias, quienes tienen por objetivo la imbricación socio-comunitaria en sus escritos frente a cualquier postura hegemónica, a contracorriente. En el régimen político reciente en España, González Alcantud indica, en lo concerniente al vacío de la memoria del holocausto y el franquismo: “Utilizando un sistema exportado del México priista consistente en negar el derecho de tribuna, se ejerció el ninguneo, tanto a la izquierda radical como a la extrema derecha, pero también a sectores moderados de la escena política del país” (pp. 227-228). Si bien el debate no acaba ahí, la teoría de la memoria plural se nutre en el suelo americano, don- de, como sugerencia, González Alcantud insta a articularla con los aportes de Américo Castro y Walter Benjamin.
Uno de los cierres más rotundos de Literantropología. El hecho literario, entre cultura y contracultura lo constituye el apartado “Campo experiencial compartido en literatura y antropología” (pp. 309-323), donde el investigador granadino revira contra antropólogos y literatos: los primeros, los literatos de la novela histórica en España, por su falta de imaginación y los segundos, en general, por su falta de “ingenio”, con excepción de El nombre de la rosa, por supuesto, o de quienes se propusieron hacer historia oral y han dado frutos eminentemente literarios, puesto que, al fin de cuentas, “Registrar la pobreza, el hambre, la muerte, la enajenación, probablemente sea el proceso más difícil moral y científicamente a que puedan enfrentarse los sujetos humanos en cuanto investigadores” (p. 314). Con ese talante, la “vuelta a la realidad”, escrituras como las de Ronald Fraser, Jerome Mintz, Nuto Revelli, Alessando Portelli y Svetlana Aleksiévich encarnan y configuran la clave: “la escritura y la vida van de la mano” (p. 317).
Si escribir es un acto político, pero también fetichista, en el extremo opuesto estarían los poetas de la yoidad; y en el término medio, nadie, sino la reflexión necesaria sobre “el papel jugado por la poesía, alma de combate en primera línea del nacionalismo y el regionalismo”, que es, inopinadamente, una pulsión política (p. 321-322). En cuanto al discurso antropológico, el dispositivo de poder puede ser igual de fascista que el literario: con sus actos de espionaje, la antropología; con sus actos de voyerismo, la literatura. En todo caso, indica González Alcantud, no debe obviarse que tanto el recuerdo antropológico como el literario estarán mediados por la memoria y la imaginación, es decir, en el seno de la escritura estaría la fantasía, que nos acerca a la experiencia, donde confluyen las elucubraciones conceptuales y los contadores de historias.