El Pez y la Flecha. Revista de Investigaciones Literarias
Sección Redes
Vol. 3, núm. 7, septiembre-diciembre 2023
Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias, Universidad Veracruzana
ISSN: 2954-3843
Transformaciones punitivas o voluntarias: personajes convertidos en piedra
Punitive or Voluntary Transformations: Characters Turned to Stone
Aníbal Chajón 0000-0002-2765-8000a
aCentro de Estudios de las Culturas en Guatemala, Guatemala, anibalchajon@gmail.com
Resumen:
Este artículo presenta la recopilación de tradición oral sobre monumentos, en siete ciudades de Guatemala, que ofrecen dificultades para preservar la moral tradicional católica, como el recato femenino, puesto que exhiben desnudez. La interpretación que se dio fue la de un castigo divino por sus pecados. El objetivo fue el de documentar la tradición oral relacionada con esos monumentos, que han generado interpretaciones colectivas sobre su significado, y determinar sus posibles orígenes históricos. Este objetivo se alcanzó plenamente a través del rastreo histórico de los monumentos, a la vez que se confirma que se trata de mensajes admonitorios: comportarse adecuadamente para no ser convertidos en piedra, como ejemplo del castigo divino.
Palabras clave: tradición oral; castigo; buen comportamiento; pecado.
Abstract:
This article presents the compilation of oral tradition on monuments, in seven Guatemalan cities. Those monuments offer difficulties to preserve traditional Catholic morality, such as feminine modesty, since they display nudity. The popular interpretation was that of a divine punishment for their sins. The objective was to document oral tradition related to these monuments, which have generated collective interpretations of their meaning, and to determine their possible historical origins. This objective was fully achieved through the historical tracking of the monuments, while confirming that they are warning messages: behave appropriately or to be turned to stone, as an example of divine punishment.
Keywords: oral tradition; punishment; good behavior; sin.
Recibido: 20 de febrero de 2023
Dictaminado: 11 de julio de 2023
Aceptado: 28 de julio de 2023
Introducción
La tradición oral cuenta con una gama impresionante de manifestaciones. El presente artículo tiene como objetivo documentar la tradición oral relacionada con monumentos en diversas partes de Guatemala, que han generado interpretaciones colectivas sobre su significado y determinar sus posibles orígenes históricos. Las narraciones fueron recolectadas, en diversos momentos –mientras se realizaban otras investigaciones sobre el patrimonio tangible–, en las ciudades de La Antigua Guatemala, a 45 kilómetros de la capital; Retalhuleu, a 190 kilómetros al suroccidente; Totonicapán, a 178 kilómetros al oeste; Mazatenango, a 161 kilómetros al sudoeste; Flores, a 480 kilómetros al norte –por la carretera actual–; Esquipulas, a 263 kilómetros –por la vía usual–, además de la ciudad de Guatemala.
Tradición oral
Como es de conocimiento generalizado, la tradición oral incluye “cuentos, relatos, leyendas, adivinanzas, refranes, coplas... que pasan de una generación a otra, verbalmente, utilizando diferentes estilos narrativos... en la memoria de los pueblos” (Villa, 1989, p. 37), es decir, que presenta aquellas expresiones que las comunidades han preservado, contándolas de una generación a otra durante un período extenso de tiempo. Como su característica principal, se encuentra que es “creación colectiva, por lo tanto, anónima; carece de autor... es del pueblo y como tal hace parte de su vida diaria y de su cultura” (p. 37), así como que es manifestación de un “mestizaje triétnico ocurrido desde la Conquista española” (p. 40), porque ha recibido herencia cultural de los pueblos americanos originarios, de los europeos y de los africanos traídos como trabajadores esclavos durante el dominio español.
Entre sus manifestaciones, se encuentran aquellas narraciones que tratan sobre “héroes culturales que realizaron una hazaña especial, historias reales de personas que sobresalieron en la vida por acciones realizadas, personajes fantásticos... [y] personas que han muerto y vuelven para recorrer este mundo” (Villa, 1989, p. 40). Para la comunidad, existen personajes que vale la pena recordar, pues han realizado aportes que han perdurado en el tiempo y que, por ello, son recordados por los adultos y transmitidos a los más jóvenes. De manera que el mensaje transmitido incorpora una enseñanza, una forma ideal de comportamiento:
su finalidad principal es la de reforzar los comportamientos aprobados por el grupo social... cumplen funciones sociales, morales y de orientación normativa del comportamiento del grupo... incluyen enseñanzas de situaciones de experiencia vividas por los personajes que indican lo que se debe o no hacer y los resultados de tales conductas (Villa, 1989, p. 40).
Cabe destacar lo que indica Villa: son los comportamientos aprobados los que se espera que los jóvenes repliquen, hagan suyos y puedan transmitir a sus descendientes. Además, se espera que el narrador agregue, en el momento preciso de estar contando la historia, los elementos que permitan impactar al auditorio para lograr el efecto moralizador y conductual: “son siempre múltiples versiones que se actualizan en función de la realidad de cada comunidad” (Álvarez, 2011, p. 63). Es ese instante el que lo hace actual, una vivencia que comprenden todos los participantes: tanto el narrador como su auditorio, como anota Álvarez : “En los relatos de tradición oral no existen la estabilidad de tiempo y espacio” (p. 63); se actualiza cada vez que se narra lo sucedido.
Entre la riqueza que constituye la tradición oral, se puede destacar:
permite que la memoria se active y acceda a la consulta del conjunto de conocimientos, hábitos, tradiciones, representaciones, simbolismos, significaciones y lengua en un grupo social determinado... permite la consulta a un archivo no escrito, pero permanente. Y, por otro lado, cuando las palabras han abandonado la boca y han sido dichas, también han dejado de existir sonoramente, aunque abra un abanico de posibilidades hacia la significación... La oralidad es, entonces, fugacidad y permanencia (Suescún y Torres, 2008, pp. 33-34).
La comunidad la comprende, la siente propia; expresa sus inquietudes y transmite a las jóvenes generaciones la expectativa de comportamiento que permita la supervivencia de la tradición oral y del mismo grupo. A esto, Suescún y Torres (2008) agregan:
No es lo mismo tradición que transmisión. La tradición se sitúa en el tiempo; la transmisión, en el presente de su realización... La tradición recupera experiencias con las que el grupo se identifica; también evalúa procesos culturales, desechando unos y validando otros, de acuerdo con su funcionalidad... la tradición de estos abuelos no es el pasado, sino el eslabón mediante el cual la cultura se hace presente (p. 35).
En otras palabras, es lo que reconstruye las ideas, sueños y esperanzas de la comunidad, que se perpetúa en sus valores: “Las tradiciones orales superviven y se reproducen, fundamentalmente, porque cumplen funciones vitales para todo grupo humano. Gracias al saber social acumulado, los grupos pueden sobrevivir y trascender con sus conocimientos la muerte física de varias generaciones” (Suescún y Torres, 2008, p. 38). Permite comprobar que el conocimiento, que los saberes de los seres queridos que ya no están presentes, pasarán a las jóvenes generaciones y, mediante su comportamiento cotidiano, en la toma de decisiones concretas están viviendo esos valores que mantuvieron a sus antepasados y les ayudan a enfrentar la cotidianidad, sobre todo en elecciones de tipo moral.
Con estas ideas, se puede presentar esta recopilación de narraciones, tomadas en diversos momentos, que muestran la forma de pensar de varias comunidades en el territorio guatemalteco.
Las hijas del conde en La Antigua Guatemala
Cuentan que, cuando gobernaban los españoles, llegó como capitán general un conde : el famoso conde de La Gomera. Llegó con sus cuatro hijas, las cuales eran la envidia de todas las damas guatemaltecas, porque eran, además de muy hermosas, muy ricas y estaban en la cumbre del poder. Decían que eran amigas del rey y de toda la corte española. Pero las muchachas tenían un defecto. Eran sumamente vanidosas. Conforme pasaron los años, se fueron casando con los mejores partidos de la ciudad de Guatemala: los herederos de las más grandes fortunas. Sin embargo, la gente empezó a murmurar de ellas porque ninguna tenía hijos. El tiempo pasó y pasó y nada. Los esposos y sus familias estaban preocupados, porque en esa época la principal misión de las esposas era tener niños, preferiblemente varones, para conservar el apellido paterno. Las condesas no quedaban embarazadas. Al cabo de varios años, y de cientos de murmuraciones, la gente empezó a decir que lo que pasaba era que las damas no querían tener hijos. Efectivamente, las hijas del conde no querían perder su belleza con el embarazo, y menos al dar de mamar. Pero el castigo llegó. Fueron condenadas a convertirse en sirenas de piedra y dar eternamente de mamar, ante la mirada sorprendida de todos los habitantes de la ciudad. Mucho tiempo después, se comentó que la esposa del conde había tenido un amante y que, al enterarse el conde, lo había mandado emparedar en el palacio donde vivía la familia. Lo cierto es que decían que, aún vivo y atado, lo colocaron de pie en una de las paredes, en una habitación que estaban construyendo. Colocaron las piedras y el hombre murió asfixiado. Aseguran que, mucho después, al reparar la construcción, ya en el siglo xx, encontraron los huesos entre uno de los muros (Laura Calderón, comunicación personal, 23 de julio de 2005).
La mujer vanidosa de Retalhuleu
En un pasado reciente, la gente cumplía con las prohibiciones católicas en el tiempo de Cuaresma y Semana Santa, como los ayunos de los Viernes de Cuaresma. Una de las más exigentes era la prohibición de bañarse en los “días grandes” de la Semana Santa, especialmente el Viernes Santo. Como decían los adultos mayores, si alguien se bañaba recibía como castigo convertirse en pez o sirena, por la grave falta de respeto al sufrimiento y muerte de Jesús, que se sacrificaba por todos nosotros. Pues hubo una mujer, seguramente pecadora, que tuvo el atrevimiento de bañarse un Viernes Santo y, para su sorpresa, fue convertida en sirena. Y el castigo se amplió, quedando expuesta a la vista de todos los habitantes de Retalhuleu (José Pérez, comunicación personal, 11 de marzo de 2010).
San Miguel y los dragones en Totonicapán
Cuentan que, hace mucho tiempo, unos campesinos encontraron a San Miguel en una cueva. Animados, lo llevaron a la iglesia de Totonicapán y lo dejaron en el altar mayor. Pero al día siguiente, no lo encontraron. Fueron a ver a la cueva y allí estaba. Así que lo regresaron a la iglesia. Pero durante la noche, el santo regresó a su cueva. Esto se repitió varias veces, hasta que encendieron velas y rezaron en la cueva. Así que el santo se quedó contento dentro de la iglesia. Sin embargo, una noche, la iglesia se incendió. La gente, muy preocupada y asustada, trataba de apagar el fuego. Unos de los vecinos vieron que, durante el incendio, San Miguel desplegó sus alas y salió volando hacia el sur. La iglesia se quemó totalmente y la gente estaba muy triste, pero decidieron rehacer la casa de San Miguel. Cuando ya estaba terminada, unos campesinos encontraron al santo en una cueva. Había vencido a unos dragones, que quedaron convertidos en piedra. Los pusieron en una pila, como recuerdo de la victoria de San Miguel. Lo regresaron a su iglesia y desde entonces se quedó contento, con celebraciones el 8 de mayo y el 29 de septiembre. Sin embargo, los dragones quedaron como recuerdo de que San Miguel desaprueba los pecados, como los chismes y habladurías de la gente. Por eso, en el Tanque de los Dragones se aparece la Siguanaba, para recordar a la gente que debe evitar el pecado (Juan Alvarado, comunicación personal, 6 de marzo de 2009).
El venado de Mazatenango
Mucho antes de que llegaran los españoles, la gente confiaba la protección de sus cultivos y cosechas a un personaje poderoso, con relación con los dioses, el venado, que impedía daños injustos al trabajo de los agricultores. Cuando llegaron los conquistadores, prohibieron que se pidiera ayuda al venado, porque consideraban que era un pecado, porque se debía pedir solamente a Dios, la Virgen o los santos. Para eso, se puso en veneración a San Bartolomé, mártir de la religión de Cristo, la Virgen de Candelaria y Jesús Nazareno. La gente tuvo que abandonar la ayuda del venado. Sin embargo, muchas personas han podido ver que, aunque ya no se le pide protección, el Señor Venado sigue protegiendo los cultivos, ya sean de maíz, caña de azúcar, cacao, algodón o hule. Lo importante es proteger el trabajo de los agricultores, para que reciban lo que merecen por su esfuerzo, trabajo, dedicación y honradez. Por ello, se le hizo un monumento en Mazatenango (Juan Alvarado, comunicación personal, 6 de marzo de 2009).
El caballo de piedra en Flores
Cuando los conquistadores españoles pasaron por el lago Petén Itzá, el capitán llevaba un hermoso caballo. La presencia de estos animales sorprendió a la gente. Nunca habían visto animales tan altos y que permitieran a los guerreros dañar tanto al enemigo, provocando heridas y muertes en mayor cantidad que cualquier arma que pudieran utilizar los itza. Sin embargo, el animal enfermó. El capitán le encargó al rey, Kanek, que cuidara la bestia; que pronto regresaría por ella. Ante el temor de lo que podría pasar si no cumplían con el compromiso, ofrecieron al animal los mejores alimentos: flores, resinas aromáticas o copal, carne de venado, de iguana y otros platillos.
Con el paso de los días, y para terror de Kanek y sus súbditos, el animal se puso más y más débil, hasta que murió. Incapaces de encontrar una solución, y para evitar las terribles consecuencias cuando regresaran los españoles, se les ocurrió tallar un caballo de piedra. Para suerte de los itza, el capitán nunca regresó, pero en las noches de luna llena, y con la serenidad del agua del lago, puede verse el caballo en el fondo del lago, en la parte más cercana de la isla a la costa de Santa Elena (Claudia Navas, comunicación personal, 8 de enero de 2000).
Los compadres de Esquipulas
Desde hace muchos siglos, la gente venera la sagrada y milagrosa imagen del Señor de Esquipulas, cuyo color recuerda a la piel curtida por el sol de los campesinos. Desde muchísimos lugares, viajaban en romería hasta Esquipulas, pasando numerosos sacrificios, desde Chiapas, Costa Rica y otros lugares más lejanos. Esto requería días, semanas y hasta meses de camino. La gente en los caminos ayudaba a los peregrinos, a veces con comida, a veces con remedios y, siempre, con alojamiento en corredores, pórticos, graneros y, en lugares aislados, bajo árboles. El recorrido imponía grandes sacrificios a los viajeros y, sobre todo, colaboración y confianza entre ellos.
Por lo general, viajaban familias enteras. Hace muchos años, entre los peregrinos viajaban dos familias, unidas por el compadrazgo, pues un matrimonio era padrino de los hijos de la otra familia y viceversa. Siempre habían escuchado de la importancia del lazo del compadrazgo, como compromiso religioso y para proteger a los niños en el caso de la ausencia de los padres, por enfermedad o muerte. Sin embargo, entre un compadre y una comadre siempre había existido una atracción. Durante el largo viaje, la tentación aumentó y, a pesar de saber que era un pecado y que estaban haciendo una romería para venerar al Cristo de Esquipulas, decidieron consumar su pasión antes de llegar al santuario. Buscaron un lugar algo apartado del camino y pecaron. Sin embargo, el castigo no se hizo esperar. Al estar consumando el pecado, fueron convertidos en piedra, para vergüenza general, no sólo de quienes los acompañaban en la romería, sino de todos los viajeros, porque, a partir de entonces, todos los peregrinos se desviaban para observar la consecuencia del pecado. Los compadres se volvieron de piedra (María Morales, comunicación personal, 23 de abril de 2004).
El trabajador generoso en Esquipulas
Hace muchos años, la gente tenía que ir desde el pueblo hasta el santuario de Esquipulas a pie. Y venían muchos peregrinos, que se dormían en los corredores de las casas [pórticos]. Pero dos quebradas interrumpían el camino, sobre todo en invierno, por lo que construyeron dos puentes de madera. Lo malo es que cada invierno podía llegar una correntada y llevarse uno o los dos puentes. Cada vez que se arruinaba un puente, la gente ayudaba a reconstruirlo. Uno de los que más ayudaba era un hombre de baja estatura, algo gordo, muy fuerte, que llevaba la madera y no tenía problemas para treparse y colocar las piezas más difíciles. Era conocido porque llevaba un sombrerito para protegerse del sol cuando trabajaba. Pero un día, el alcalde y el corregidor [gobernador] pidieron mucho dinero y mandaron poner dos puentes de piedra, para que aguantaran los inviernos. También en ellos trabajó el hombre. Nadie recuerda su nombre. Cuando estuvieron terminados, el hombre se quedaba sin trabajo. Pero dicen que pensó: “Ya no me necesitan, pero de todos modos me voy a quedar a cuidar el puente.” Y se convirtió en el Enano del Puente Grande. Dicen que no se quedó en el chiquito, porque ese tenía menos peligro de destruirse por las correntadas. Y desde entonces ahí está, cuidando el Puente Grande (Juan Calderón, comunicación personal, 21 de febrero de 2001).
El caminante nocturno en la ciudad de Guatemala
“Sí, es ese señor”, dijo, “ese señor es el que yo vi paseando por la calle varias noches, cuando ya no hay carros y está todo silencio”. Cuentan que pasea tranquilamente por la calle, caminando con lentitud, con su cabeza agachada, la espalda encorvada por el paso de los años, con un poncho, a veces sobre los hombros, a veces en la mano. Es como si estuviera triste, como si buscara algo perdido en el suelo, entre las losas del pavimento o entre los arriates de la banqueta. Dicen que se le puede ver cerca de la medianoche. No habla, no voltea, solamente camina, con la mirada en el suelo, tal vez para no tropezar en su camino. “Es el señor que está sentado allí...” (Pablo Rodríguez, comunicación personal, 12 de mayo de 2004).
Los caballitos de la Plazuela España de la ciudad de Guatemala
Me contaba la dama que los vecinos de la zona 9 veían los caballos sueltos por la noche, cuando ya no hay tráfico. Pero eran otros tiempos. No había tantos carros en la calle y ninguno por la noche. Los caballos recorrían tranquilamente las calles. A veces bufaban, pero no trotaban ni galopaban; solamente pacían y comían la hierba de los arriates o la que sobresalía de los chalés que existían en esa área, porque al día siguiente aparecían los rastros de que habían comido. Sin que nadie supiera cómo, desaparecían, porque no se oían los cascos, como deberían hacer si se hubieran alejado. No le hacían daño a nadie ni asustaban a nadie, solamente estaban paseando, tal vez buscando a su jinete (Cecilia Flores, comunicación personal, 8 de agosto de 1998).
Probable origen de las narraciones
La Antigua Guatemala se encuentra a 1,580 metros sobre el nivel del mar, en un valle rodeado de montañas, con la vista de tres volcanes, uno de ellos activo. En ese lugar, se asentó la ciudad de Santiago de Guatemala, en 1543, y fue la capital del territorio centroamericano, incluyendo el actual estado mexicano de Chiapas, desde 1549 hasta 1776, cuando la capital se trasladó a la ubicación actual. En 1799, se restableció como municipio, con el nombre de La Antigua Guatemala. Mientras fue la capital, se embelleció con varias construcciones. En el centro de la plaza mayor, se levantó, en 1555, una fuente, que fue sustituida con otra, en 1617, y por una más, en 1739. Para las personas de la época, la abundancia de la ciudad se evidenciaba en sus fuentes. La de la plaza mayor fue diseñada por el arquitecto guatemalteco, de origen mulato, Diego de Porres. Se inspiró en la fuente de Neptuno, de Juan de Bolonia, realizada en 1566, en esa ciudad italiana, que vio en grabados de Giuseppe de Rossi, de 1618, y de Tomasso Laureti, del mismo año. Por ello, colocó cuatro sirenas, que eran un símbolo de sabiduría, conocimiento y erudición, porque aparecían en los libros que se utilizaban en todos los centros educativos de la ciudad y evidenciaban la amplia cultura académica de las autoridades del Ayuntamiento. Por siglos, ornamentó la plaza, hasta que, en 1902, el gobernante local, Enrique Haeussler, decidió demolerla, para construir un quiosco. Los habitantes lo lamentaron, pero era una dictadura liberal y no podía haber oposición. Sin embargo, en 1931 se inició otro gobierno liberal, que, por el contrario, admiraba la arquitectura del período hispánico. Así, en 1936 se reconstruyó la fuente, en concreto y copiando las sirenas originales. La obra la ejecutó el escultor Óscar González Goyri (Chajón, 2018; 2019). En esa época, la sociedad guatemalteca era profundamente tradicionalista, en especial en lo que respecta al rol femenino de esposa y madre recatada. Sin embargo, la fuente ha permanecido desde entonces. Y con el incremento del turismo en el siglo xx, se convirtió en un símbolo de la ciudad. Por otra parte, en 1867 el escritor guatemalteco José Milla publicó la novela Los nazarenos, ambientada en la ciudad del siglo xvii. Esta obra hizo popular el nombre del conde de La Gomera, gobernador del territorio entre 1611 y 1626, quien llegó con uno de sus hijos. De esa cuenta, en el léxico común de la ciudad el nombre del conde de La Gomera se difundió. En 1992, se abrió un comercio frente a la plaza, para lo que se restauraron algunas partes de la construcción. Los propietarios encontraron un atractivo turístico con la narración sobre las supuestas hijas del conde, de quienes no existe documentación que indique que viajaran a Guatemala y que, por otra parte, nunca habrían vivido en una casa al oeste de la plaza, puesto que el palacio ocupaba una manzana en la parte sur de dicha plaza y se sabe que allí vivieron el conde y su hijo. Pero la narración ha sido un éxito. De manera que las sirenas, reconstruidas en 1936, se convirtieron en un problema: ¿cómo exigir a las jóvenes el recato que se esperaba de ellas si se colocaban mujeres desnudas del torso en la plaza? Pues la mejor forma de explicarlo era que cometieron un pecado y fueron castigadas. Al difundirse, en 1992, más información sobre una supuesta vida licenciosa, la tradición fue reafirmada.
En cuanto a Retalhuleu, fue un pueblo establecido en 1549, con pobladores k’iche’, a 241 metros sobre el nivel del mar. El clima es cálido y se encuentra en la pendiente volcánica que desciende al océano Pacífico. Por las temperaturas, es muy cómodo llevar ropa ligera. Sin embargo, el mensaje católico era que tocar el cuerpo desnudo durante el baño puede interrumpir la abstinencia obligatoria del Viernes Santo. Esta era una tradición dualista platónica, herencia de las herejías de los primeros siglos, como el maniqueísmo (Llorca, 1986). Sin embargo, los frailes la impusieron desde el siglo xvi y se conservó hasta el xx. En plena dictadura liberal, anticlerical, el gobernante local ordenó la construcción de un edificio para las oficinas administrativas. Se encargó el diseño al arquitecto francés Luis Niquet, que se levantó entre 1911 y 1913 (Jones, 1914). El galo planificó una fuente para colocarla frente a la fachada y lo planeó todo en estilo modernista, también llamado Art Nouveau. Este elemento decorativo hacía alusión al puerto de Champerico, situado a 37 kilómetros al sur de Retalhuleu. La obra la ejecutó Francisco Gutiérrez Martínez. En 1949, se ordenó el traslado a 150 metros al sureste, que es donde se encuentra en la actualidad. Es indudable que esta sirena ofreció la misma dificultad que las de La Antigua Guatemala, por lo que la solución fue la misma: una mujer que pecó al bañarse un Viernes Santo.
En el altiplano guatemalteco se encuentra Totonicapán, a 2,485 metros sobre el nivel del mar, en un paisaje montañoso. Fue conquistada en 1524, gracias a las tropas tlaxcaltecas del centro de México. Se estableció como pueblo, con habitantes k’iche’, en 1549, asignándose un barrio para los tlaxcaltecas. La presencia de estos vencedores no fue asimilada durante generaciones. En 1816, se hicieron varias construcciones en el pueblo, entre ellas una fuente en el ingreso del centro urbano, decorada con peces tipográficos, tomados de libros que llegaban para los frailes desde Europa. En 1878, durante una dictadura liberal, un incendio destruyó la iglesia, dedicada a San Miguel Arcángel. A pesar de la política anticlerical, el edificio fue rehecho en 1880, utilizándose un tipo de piedra para las columnas del crucero (Alvarado, 2014; Chajón, 2012; Santisteban, 2010). En esa época, se levantó también un tanque con lavaderos, alrededor de la fuente, con el mismo tipo de piedra. Es probable que la narración sobre el vuelo del santo aluda al incendio y la posterior discusión de si debía o no reedificarse el templo y que los dragones, como se llama a los peces, recuerden la victoria del arcángel contra el mal, asociado con el barrio de los tlaxcaltecas, cercano a la ubicación de la fuente.
También cercano a la costa del Pacífico, se encuentra Mazatenango, a 374 metros sobre el nivel del mar. Era una ciudad k’iche’, conquistada en 1524 y configurada como pueblo en 1549. El nombre originario era Ah Cakolqueh, muralla de venados, que fue traducido como Mazatenango por los tlaxcaltecas. Durante el inicio de la evangelización, el franciscano Francisco del Colmenar pudo observar un ritual en el que se danzaba frente a un venado encerrado en una jaula, con lo que puede verse que el nombre del lugar y el culto estaban relacionados y el rechazo católico a lo que consideraba idolatría (Chajón, 2016b). En el siglo xx, la población aumentó con personas de otras procedencias y gran parte de la cultura tradicional se transformó, pero quedó el lejano recuerdo del venado. Y en 1965, el gobierno local decidió hacer un monumento en concreto para el animal que dio nombre a la ciudad. Imitando el gesto, otras administraciones posteriores ordenaron levantar otras esculturas.
En la parte norte del país, se encuentra la isla de Flores, en el lago Petén Itzá, a 113 metros sobre el nivel del mar. Fue conquistada en 1697 y recibió, en 1831, el nombre de Flores, en honor a un líder liberal. Sin embargo, la narración recopilada alude al viaje que, en 1526, hizo el conquistador español Hernán Cortés a Honduras, para controlar el territorio. Según los cronistas, en 1697 los conquistadores encontraron numerosas esculturas en la isla, incluyendo una con forma de caballo y todas fueron arrojadas al lago, por considerarlas idolatría (Fuentes, 1986). Sin embargo, las narraciones sobre la posibilidad de ver la figura bajo el agua, en noches despejadas de luna llena, continúan vigentes.
Próxima a la frontera con Honduras y El Salvador, se encuentra Esquipulas, a 532 metros sobre el nivel del mar. Era un núcleo ch’orti’, que, desde 1595, atrajo la atención por la devoción al Cristo de Esquipulas, documentándose el primer milagro en 1603 (Chajón, 2012). Por otra parte, en 1643, se documentó otro milagro, esta vez atribuido al Nazareno del templo del Calvario de Chiquimula, ubicado a 35 kilómetros de Esquipulas –58 por la actual carretera. Esto dio origen a numerosas peregrinaciones, sobre todo de personas ch’orti’, que realizaban rituales de fertilidad, llevando agua en jícaras de un punto al otro. En la vereda, a cuatro kilómetros del templo parroquial de Esquipulas, donde se realizaba originalmente el culto al Cristo, se encuentra la Piedra de los Compadres, una formación que consiste en una roca superpuesta a otra, que se ha erosionado. Desde antes de la introducción del cristianismo, se realizaban rituales de fertilidad en la formación rocosa, con ofrendas de flores, agua y resinas aromáticas. La afirmación de la fertilidad y la incapacidad para comprender una religiosidad distinta dieron origen a la narración de los compadres, castigados por pecar en una actividad de culto. Ya en Esquipulas, en 1737 el obispo Pedro Pardo de Figueroa decidió construir un santuario de grandes proporciones, que encargó al arquitecto Diego de Porres, aunque lo construyó su hijo Felipe. Fue inaugurado en 1759 (2012). La distancia de un kilómetro entre el templo parroquial y el nuevo santuario se vio completada por dos puentes, hechos en madera, para salvar dos ríos. Las constantes reparaciones motivaron que, en 1858, se levantara un puente en piedra, decorándose con esculturas extraídas de las ruinas de Copán, a 30 kilómetros de distancia –100 por la carretera actual. Fueron colocadas dos tallas de jaguar y una escultura de un hombre de baja talla, asociado a los Bakabs o cuatro sostenedores del mundo. La tradición salvó del olvido a los reconstructores de los puentes e integró al personaje que parecía extraño a los hispanoparlantes.
Por último, la ciudad de Guatemala fue establecida por los españoles en 1776, sobre las ruinas de la antigua Kaminaljuyú, fundada hacia 1000 a. c. Ha sido la capital del territorio desde entonces. Se encuentra a 1524 metros sobre el nivel del mar. En 1871, los liberales tomaron el poder por las armas e instauraron una serie de dictaduras. Entre los liberales que apoyaron la primera dictadura estuvo Lorenzo Montúfar. Era abogado y promovió leyes que perjudicaron a la iglesia católica. Estableció una imprenta, de su propiedad, en el convento expropiado a la Congregación de San Felipe Neri, a un costado del Palacio de Gobierno. El templo fue destechado mientras se estaba celebrando misa, en 1884. Las imágenes fueron llevadas precipitadamente a otra iglesia, alejada del centro, y el Santísimo, al templo de Santa Catalina. Esto lo hizo recordar como un destacado anticlerical. Como los gobiernos liberales continuaron, en 1924 se inauguró un monumento dedicado a Montúfar, en la Avenida de la Reforma, diseñado por el español Cristóbal Azori y el guatemalteco Rafael Rodríguez Padilla. Fue fundido en bronce, en los talleres de Rafael Yela. A 100 metros del monumento a Montúfar, se instaló, en 1933, la fuente a Carlos iii, también por un gobierno liberal. La fuente había sido construida en 1789, en la plaza mayor, como homenaje al rey que ordenó el traslado de la capital, en contra de la oposición del arzobispo Pedro Cortés y Larraz, a quien se forzó a regresar a España. El diseño fue del europeo Antonio Bernasconi y la obra la ejecutaron Manuel Barruncho y Matías de España (Chajón, 2016b). El rey fue impulsor del control sobre la iglesia, expulsó a los jesuitas y ordenó el traslado de la capital de su anterior ubicación a la actual, perjudicando económicamente a las órdenes religiosas y al clero secular. Al parecer, se le recordaba como alguien que, como los liberales, no fue tan amigable con las autoridades católicas. Esto debió impactar en la tradición oral del sector, poblado por personas de élite europeizadas, pero con abundante personal oriundo de la región. Con estos datos, se puede sintetizar la información, tal como aparece en la Tabla 1.
Tabla 1: Síntesis de los datos
Narracción |
Pecado o transgresión |
Castigo |
Evidencia |
Las hijas del conde Esposa del conde |
Soberbia, vanidad, lujuria |
Convertirse en sirenas de piedra |
Fuente de las Sirenas; huesos en el muro de una construcción, Antigua Guatemala |
La mujer vanidosa |
Vanidad, lujuria |
Convertirse en sirena de concreto |
Monumento en Retalhuleu |
San Miguel y los dragones |
Capitales, maledicencia |
Dragones vencidos y convertidos en piedra |
Tanque de los dragones, Totonicapán |
El venado |
Idolatría |
Imagen de concreto |
Monumento, Mazatenango |
El caballo de piedra |
Idolatría |
Muerte del animal |
Restos de piedra en el fondo del lago Petén Itzá |
Los compadres |
Lujuria |
Convertirse en roca |
Piedra de los compadres, Esquipulas |
El trabajador generoso |
Ninguno |
Deseo: convertirse en piedra |
El Enano del Puente Grande, Esquipulas |
El caminante nocturno |
Anticlerical |
Convertirse en un ser de bronce |
Monumento a Lorenzo Montúfar, Guatemala |
Los caballitos |
Anticlerical |
Buscar su jinete |
Monumento a Carlos III, Guatemala |
Fuente: Elaboración propia
Discusión de resultados
Con la información recopilada, es posible concluir que las narraciones recopiladas obedecen a la necesidad de explicar un objeto público que provoca incomodidad entre algunos o varios pobladores, lo que expresa una transgresión:
Desnudez femenina, cuando se impone la moral judeocristiana de cubrir el cuerpo.
Símbolo del mal vencido por un arcángel, en una comunidad que recuerda un pasado histórico doloroso.
Un objeto reverenciado por los “otros”. En este caso, población ch’orti’ frente a población hispanoparlante, que no comprende la diversidad cultural.
Recuerdos de relevancia histórica ya olvidada: el Venado, el Caballo de Piedra, conservada en narraciones que marcan una ligera remembranza.
Un personaje atípico por su fisonomía: el hombre de talla baja, además de origen ch’orti’ en población hispanoparlante, puesto que los ch’orti’ son descendientes directos de los constructores de Copán, ahora en Honduras.
Enemigos decididos de la autoridad de la Iglesia católica, con el claro ejemplo del liberal Montúfar, que tenía una imprenta donde estuvo un templo; y el lejano recuerdo de Carlos iii, quien perjudicó al clero, especialmente al expulsado arzobispo Pedro Cortés y Larraz.
Como se pudo leer a través de los relatos, se confirma lo aportado por las referencias teóricas. Efectivamente, con estas narraciones se pretende confirmar los comportamientos aprobados, los que se espera que los jóvenes repliquen, hagan suyos y puedan transmitir a sus descendientes. Cada comunidad comprende las transgresiones expuestas en monumentos; las sienten propias; expresan sus inquietudes; y transmiten a las jóvenes generaciones la expectativa de comportamiento que permitan la supervivencia de los patrones y valores culturales exaltados por la sociedad. De manera que la tradición oral reafirma esta motivación y se ha mantenido vigente por varias generaciones.
Comentario final
Como consecuencia, surgieron las narraciones, con un claro mensaje moralizador, que reafirma la moral imperante, la señalada por las autoridades católicas, profundamente aceptadas por la población, que vive y reproduce estas narraciones. En otras palabras, se alcanzó el objetivo de este trabajo: documentar tradición oral relacionada con monumentos en diversas partes de Guatemala, que han generado interpretaciones colectivas sobre su significado y determinar sus posibles orígenes históricos.
Referencias
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