El Pez y la Flecha. Revista de Investigaciones Literarias

DOI: 10.25009/pyfril.pyfril.v2i4.84

Seccción Cardumen

Vol. 2, núm. 4, septiembre-diciembre 2022

Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias, Universidad Veracruzana

ISSN: 2954-3843

Rodrigo García Bonillas. Guerras floridas

Shanik Sáncheza

aUniversidad Veracruzana, México, saberusha@gmail.com

 

Rodrigo García Bonillas. (2021). Guerras floridas. 226 pp. ISBN: 9786075029689. Xalapa. Universidad Veracruzana.

La revolución rusa y sus consecuencias han contribuido a fortalecer la creencia, muy arraigada en los países anglosajones, de que el interés apasionado por las ideas es un síntoma de desorden moral y mental.
Aileen Kelly

Desde principios del siglo pasado, hablar sobre Rusia ha implicado, se quiera o no, polémicas, acalorados debates y hasta rechazo desmedido. ¿Qué sabemos en verdad respecto a la historia rusa ? ¿Respecto a la historia de su pensamiento? ¿Qué se nos viene a la mente cuando pensamos en la palabra Rusia? Si hago el ejercicio, la lluvia de ideas que se avecina en mi cabeza no puede deslindarse de mis estudios literarios: cirílico, no existe una Licenciatura en Lengua y Literaturas Modernas Rusas, Tolstói, Dostoyevski, Pushkin, Gógol, Chéjov, Bulgákov y Formalismo ruso –Shlovski, Tomashevski, Tyniánov, Eichenbaum, Propp, Jakobson, Bajtin y Lotman. Luego, mi afición a la pintura me pide que no olvide a Vasily Kandinsky, a Marc Chagall y la vanguardia rusa; mi pasión por la cocina, el restaurante Kolobok, de la colonia Santa María la Ribera en la Ciudad de México. En el desfile, continúan dos famosos bailarines: Anna Pávlova y Mijaíl Barýshnikov. Más adelante, los nombres Laika y Sputnik –el satélite y la vacuna. Se atraviesa inmediatamente el internet, con el Instagram de un gatito ruso llamado Rexie; y Galina, una joven influencer –Gigi en sus redes–, mitad mexicana, mitad rusa. Por último, como no queriendo la cosa, se asoman con inseguridad el socialismo, Lenin, Stalin, Trotski y Putin.

Comprender, primero, y, después, si se quiere, defender. En estos momentos de crisis geopolíticas, resulta imposible no posicionarse frente al conflicto entre Ucrania y Rusia, que comenzara en febrero del 2022. Sin embargo, antes de tomar una decisión al respecto, creo necesario estar informado y no dejarse guiar por noticias falsas y partidistas: leer, por ejemplo, Pensadores rusos (1979) de Isaiah Berlin y Guerras floridas (2021) de Rodrigo García Bonillas, pues ambas obras brindan un panorama que permite entender la contribución innegable de aquella nación en el desarrollo sociohistórico y cultural de Europa y América.

Viajes poéticos de Vladímir Maiakosvki y Efraín Huerta entre México y Moscú es el subtítulo del libro de García Bonillas, el cual, como su propio autor menciona en la primera página, se originó en la investigación para su tesis de maestría y en un par de ponencias que presentó en dos congresos internacionales de historia intelectual. Y como sobre advertencia no hay engaño, las 205 páginas que lo conforman, sin tomar en cuenta las 19 de bibliografía y 2 de índice, oscilan entre un estilo de ensayo académico y uno de ensayo más libre. Organizado en seis apartados –“Preámbulo: ambos mundos”; “Maiakovski, el Cachorro Mexicano”; “Guerra florida”; “Huerta, el Cocodrilo de Malaquita” y “Epílogo”–el hilo de Ariadna que nos guía a través de su propuesta es la premisa de lo “filosoviético”, adjetivo, más que concepto, extraído de El viaje de Sergio Pitol, el cual entrelaza con la noción de “materia roja”. Piezas literarias y episodios específicos de Vladímir Maiakovski (1893-1930) y Efraín Huerta (1914-1982) en México y Rusia, respectivamente, forjan la espada que el autor cortésmente nos ofrece, como a Teseo, para adentrarnos en el laberinto de estas historias intelectuales. También amablemente, García Bonillas refiere cómo el encuentro de Dos poetas rusos en México: Balmont y Maiakovski, prologado por Luis Mario Schneider, contribuye al planteamiento del tema en Guerras floridas –“estudiar la literatura de los viajeros rusos en México y de los mexicanos en Rusia” (p. 32)–; y de paso, aclara las fuentes de tan sugestivo título: juego entre los tropos de las guerras floridas y la palabra florida, los cuales Maikovski incluyó “en uno de sus poemas y su identificación con los indígenas americanos”, en relación con el rol ideal del “poeta viajero y combativo en el corto siglo xx, en particular durante la Guerra Fría” (p. 34). Al tiempo que el orizabeño rastrea desplazamientos geográficos específicos de ambos poetas, sitúa la participación de éstos no sólo en una red internacional de intelectuales, sino también en las circunstancias políticas e históricas de la época. Una vez terminado el recorrido, el lector entiende el papel de las ideas; cómo éstas logran pasar del plano teórico al práctico; cómo los postulados filosoviéticos se vuelven acciones: partiendo de una prefiguración militante, se transforman en experiencias; más tarde, se convierten en un hábito vital; y finalmente, devienen en una estética.

No obstante, si abordar temas rusos ya implica una compleja labor, sin tomar en cuenta la diferencia de lenguas y alfabetos, construir un libro bimembre, que ilustre dos movimientos de viaje entre un escritor ruso y uno mexicano, en direcciones contrarias, es una tarea ambiciosa y titánica. Guerras floridas, aun así, aventura ensamblar un rompecabezas de literaturas, culturas e ideologías con piezas de política, economía y sociedad. Esto explica por qué en algunas ocasiones el autor generaliza o menciona datos de manera superficial y apresurada –como con los conceptos soviético, filosoviético, rusificante, moscovita, experiencia soviética y bolchevique–, mientras en otras ahonda en información no tan relevante para el asunto o da la sensación de que podría haber estado en otro de los apartados. Quizá esto provoca que el ensayo dedicado a Maiakovski se lea más tropezado en comparación con el dedicado a Efraín Huerta y que el desencuentro con Gutiérrez Cruz asemeje un intermezzo. Por otro lado, si el autor brinda un preámbulo y un epílogo, se extraña un espacio, al final del libro, con los originales en cirílico de los textos de Maiakovski y las traducciones del propio García Bonillas. No obstante, es de elogiar su visión crítica en ciertos pasajes de su estudio, como cuando apunta la influencia de los prejuicios ideológicos e inercias estéticas al momento de analizar no sólo la literatura rusa, sino el arte ruso en general, o cuando advierte sobre los muchos estilos poéticos de Huerta. Especial mención merecen el párrafo con el cual cierra el “Preámbulo”, las palabras con las que termina el último capítulo, “Huerta, el Cocodrilo de Malaquita”, y todo el “Epílogo”. García Bonillas promete una futura entrega en torno al tema. Espero así sea, pues a lo largo de Guerras floridas nos va dejando piedras sobre el camino, dignas de tomar en cuenta para retomar la vereda: redes intelectuales, viajes y traducciones, porque, en palabras de Juan José Utrilla, “sólo un pluralismo firme y coherente puede proteger a la libertad humana contra las depredaciones de los sistemas más ensimismados”.

Si en el siglo XX la Guerra Fría casi lleva al borde de la destrucción de la humanidad, actualmente, a menos de la mitad del siglo xxi, parece que estamos dirigiéndonos a una situación similar. En estos momentos de crisis sociohistórica y política, cuando sentimientos intolerables oprimen las facultades humanas, a causa de doctrinas monistas, que exigen sumisión y conformismo; “cuando la necesidad de elección genera miedos y neurosis”, como afirma Aileen Kelly, los hombres podemos superar esas dudas y agonías profundizando en nuestras percepciones mediante la lectura. Libros como Guerras floridas proyectan luz sobre una serie de antecedentes intelectuales que permiten ampliar nuestro campo de visión ante los grandes problemas de la humanidad.